martes, 4 de noviembre de 2014

EL TRATAMIENTO DIVINO PARA LA ANSIEDAD

“Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que han de ponerse. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves que vuelan por el aire: ni siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves! En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen las flores del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo se vestí como una de ellas. Pues si Dios viste así la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe! Así que no se preocupen, preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’o ‘¿Con qué vamos a vestirnos?’ Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de Dios y en hacer lo que Dios exige, y recibirán también todas estas cosas. No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastente con sus propios problemas. S.Mat. 6:25-34

Hay tratamientos específicos para los diferentes trastornos de la ansiedad (fobias, estrés postraumático, ataques de pánico, estrés generalizado, fobias y obsesiones; que expuse en mi libro “Decida ser feliz”), aquí tratamos la “provisión divina para la ansiedad”, o recursos para disminuir los niveles excesivos de estrés. En el texto de Mateo 6:25-34, Jesucristo detalló un tratamiento destinado a combatir la ansiedad, considerando las preocupaciones más comunes de la gente, que condensó en una suerte de receta práctica. La terapia antiestrés del evangelio puede sintetizarse en cinco prescripciones básicas. Podríamos decir que es la receta que nos extiende el Señor Jesucristo para ayudarnos a controlar nuestra ansiedad. Esas indicaciones son las siguientes:

1. “No te preocupes”. Es un llamado a ser consciente de la ansiedad que nos domina, poniéndole freno. Muchas veces, llevados por la vorágine de la vida cotidiana, somos movidos por el nerviosismo, corriendo agitados de un lado para otro sin ser plenamente conscientes de la inquietud que nos tiraniza. La exhortación del evangelio es un “stop” o un “alto”, un llamado de atención para detenernos y no permitir que las preocupaciones nos avasallen y victimicen.

2. Cambia el sentido de tu mirada. Observa “las aves del cielo” y “los lirios del campo”, pregona el Maestro, esto significa, deja de mirar hacia adentro y en dirección a los problemas, observa las cosas hermosas que Dios ha creado para nuestro beneficio. Cuando las preocupaciones agobian el pensamiento solo ve problemas y dificultades, perdiéndose de vista tantas cosas bellas que nos rodean, por tal motivo es imperioso modificar el foco de la atención para centrarla en lo bueno en lugar de las contrariedades y desgracias.

3. Tened fe. Es el desafío de aprender a depositar los problemas en Dios luego de haber hecho todo por solucionarlo. Consiste en confiar que la Providencia divina administrará alguna solución o facilitará las cosas para salir adelante. Hay situaciones que escapan a nuestro arbitrio (como el ejemplo que menciona el evangelio acerca del crecimiento físico) no ganamos nada en obsesionarnos o desesperarnos; el mejor camino es ejercer fe.

4. Define las prioridades. Ordena tu tabla de valores. Lo más importante va en primer lugar. Así lo expresa el texto bíblico: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y las demás cosas vendrán por añadidura”. Quizás le estamos dando demasiada importancia a cuestiones que son secundarias o que no merecen tanto interés o preocupación. A veces las cuestiones materiales ocupan el primer lugar de nuestra vida cuando el dinero es un medio, no un fin en sí mismo.

5. Vive cada día a la vez. “Basta a cada día su propio afán”. No sobrecarguemos el presente con las preocupaciones del mañana. Enfrentemos los problemas de hoy y aquellos otros que no requieren una atención inmediata, dejémoslo para su debido momento. Puede ser útil planificar las actividades según el grado de urgencia, a veces hay cuestiones que pueden esperar hasta mañana y otras que pueden tratarse la semana o el mes próximo.


DR.MARIO PEREYRA



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